jueves, 7 de octubre de 2010

CHE BEL GIORNO A ROMA!!!!

Existen lugares maravillosos y momentos inolvidables, pero cuando se tiene la suerte de estar presente donde y cuando la vida une estos dos elementos, el resultado se queda guardado para siempre en la memoria.

Ayer, 6 de Octubre de 2010, en Roma, fue un día "INDIMENTICABILE", por mucho que me esfuerce, no voy a ser capaz de compartir con vosotros la atmósfera que respiraba la ciudad eterna, aún así me voy a esforzar al máximo, para permitiros imaginarlo y disfrutar con todo lo que me pasó ayer.

Para comenzar bien el relato, empezaré diciendo que tenía el día libre para poder hacer papeleos burocráticos (tan famosos en Italia como sus pizzas). Me desperté tranquilamente al mediodía, las prisas no son buenas, abrí la persiana, y tras breves segundos de ceguera, no me quedó más remedio que devolverle la sonrisa al sol, allí estaba, en todo lo alto, imponente y solitario, sin ninguna nube que le robase protagonismo, regalaba a la ciudad una luz y un calor, tan agradables como las increíbles vistas de un cielo totalmente "azurro". Ya no tenía escapatoria, el buen humor se había apoderado de mí. Me duché mientras cantaba a viva voz "Azzurro", de Adriano Celentano y "O sole mio", siempre la versión de Pavarotti con Brian Adams. ¡O sole mio! ¡O sole mio!

Che bel giorno a Roma!!!

Salí de casa canturreando y esperé 30 min al autobús, más 45 min en recorrerme la ciudad por culpa del tráfico romano, pero en días como ayer, incluso estas cosas tienen su encanto. Ver las maniobras, arriesgadas, por poner un adjetivo delicado, de los coches, y sobretodo de las motos, mientras que el autobús de 12 metros se va abriendo paso a través de todo el Lungotevere, es un caos impactante y muy difícil de igualar. Mi destino era ver un piso (un estudio para ser más precisos) en Testaccio, lejos del trabajo, pero cerca de la fiesta. La dueña de la casa es un encanto y el estudio es muy cuco, tiene muchas posibilidades de ser mi futura casa...  Ya colgaré fotos si al final lo alquilo.

Desde Piramide, el piso está a 2 minutos de la propia pirámide, me fui otra vez en autobús hasta la altura de la Isola Tibernina y crucé el Tiber a través de la isla, ¡otro precioso pedacito de Roma! Por fin llegue al Trastevere. En este momento yo ya estaba extasiado, caminando bajo el solitario sol y rodeado de una diversidad de turistas y personajes autóctonos, siempre me ha gustado observar la cara de los turistas cuando pasean por Roma, una mezcla entre asombro e incredulidad, que imagino que será también la mía cada vez que descubro algún rincón romano. El día no paraba de mejorar. Y para aderezarlo, el toque especial italiano... esas miradas de las italianas que me vuelven loco... ese "sguardo" que sólo una italiana sabe regalar, esa miscelánea única de desprecio, superioridad y atracción, que a un servidor, sinceramente "mi fa impazzire".

Che bel giorno a Roma!!!

Caminando un rato por el barrio y maravillándome al comprobar el increíble ambiente que tiene la zona un día entre semana al mediodía, la Piazza di Santa Maria in Trastevere estaba llena de turistas comiendo en los restaurantes y descansando alrededor de la fuente, y algunos vecinos del barrio paseaban ajenos a los turistas o se bebían un cappuccino en algún bar más tranquilo. Tras el paseíto, me fui a visitar otro piso, en la Via della Scala, una de las calles más animadas de la ciudad, en el centro de todo el jaleo (sería como vivir en el corazón de La Latina o Las Ramblas, para mis compatriotas, o para los más internacionales Montmartre, Soho o Warschauer Straße), un piso viejo, pero con mucho encanto. Salí con aún más dudas porque todos los pisos que estaba viendo estaban resultando ser increíbles. Con la emoción me había entrado hambre, quizás también porque eran las 16:20, convencí a una camarera muy guapa en un barecillo súper romano para que me diera el menu del día, y disfruté de otra de las fantásticas cosas italianas, su cocina; brocheta de tomate con basílico, lasaña, saltimbocca con ensalada y panacota con chocolate, por tan sólo 10 €, mi cara de satisfacción al salir del restaurante, no tiene precio (tengo la tarjeta del sitio, estoy recolectando tarjetas de sitios guays para irlos comentando a lo largo del año por aquí o por si alguien quiere que le indique sitios buenos y baratos).

Che bel giorna a Roma!!!

Con el estómago lleno, el corazón repleto de alegría y una gran sonrisa, me encaminé hacia Campo di Fiori, para ver si mi día era completo... Y efectivamente, lo que bien empieza, acaba de forma escandalosamente buena. Obviamente iba sin mapa (es una de mis reglas en Roma, ¡nada de mapas!), y sin querer aparecí en la mejor entrada posible a la plaza, justo enfrente del restaurante La Carbonara, con la fuente en primer plano y toda la fachada rosa del restaurante y todos los puestos de flores al fondo. Me dieron ganas de bañarme en la fuente gritando lo feliz que era, pero no era la Fontana di Trevi, yo no soy Anika Erberg, y no creo que mi versión de la "Dolce Vita" de Fellini les hubiese gustado demasiado a los ya de por sí amables carabinieri...

Una vez que auto-aborté en mi cabeza la idea del baño, pensé un poco que podría hacer para ponerle un broche final a la jornada, ¡siempre con la obligación de estar a la altura de igualar lo acontecido en las horas precedentes! Mientras meditaba, me vino un agradable perfume, que me condujo a la solución a mi problema... ¡¡VOY A COMPRAR UN GIRASOL!!

Che bel giorno a Roma!!!

Llegue a casa, puse mi estupendo nuevo girasol mirando hacia el oeste para despedirse del astro rey, que había cumplido más que de sobra por un día, eran casi las 7, y me acordé del gran Sabina... peor para el sol, hoy he contado lo mucho que me ha ayudado a pasar un "bel giorno a Roma", pero mañana le levantaré la falda a la Luna sin su compañía.



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