miércoles, 9 de enero de 2013

4 Iglesias de otra dimensión.



La magia de Roma se basa en su capacidad de darte sorpresas del día a día. Ir simplemente caminando por la calle y encontrarte con una iglesia de aspecto vulgar, pero dejarte llevar por el encanto de la ciudad y decidirte a entrar. Estabas en la capital de Italia en el siglo XXI y de repente no sabes ni donde ni cuando estás. Sentirte tan abrumado por haber incumplido las leyes de la Física, que te ves obligado a volver a salir a la calle, y tras unos segundos respirando el aire de la realidad y cerciorarte que no existe ningún portal cósmico que te lleve a otra dimensión, te decides a entrar de nuevo en lo que tus ojos no pueden creer que sea el interior de esa fachada que no paras de contemplar atónito mientras resoplas y farfullas que no es posible. 

Este chico es un exagerado, a mí no me pasaría eso nunca. Muy bien, acepto el reto. Son cuatro las iglesias romanas que dan acceso a otra dimensión, prueba a entrar todas ellas y vuelve a leer estas palabras, ya me dirás, sin faltar a la verdad, si has sentido algo parecido a lo que describo en el primer párrafo.

San Carlo alle Quattro Fontane, una de las obras de arte de Borromini, príncipe incomprendido del Barroco, genio a la sombra de Bernini, siempre a la búsqueda de retos intelectuales que para otros eran tareas imposibles. De pequeñas dimensiones, en un lugar inimaginable para contener nada mínimamente útil o aprovechable, el artista logra alcanzar el punto álgido de la arquitectura barroca, al concebir un espacio que reniega de las líneas rectas e hipnotiza a cualquiera que entra, con su movimiento continuo y su ruptura con cualquier concepto previamente adquirido sobre la planta que debe tener un templo cristiano. Si aún no estás maravillado, sitúate en el centro y mira hacia arriba durante un rato, intenta seguir todas las curvas y dibuja mentalmente todos los círculos que veas. Antes de proseguir tu visita por la ciudad, observa desde fuera el sitio en el que acabas de estar y piensa en como meter a un elefante en un mini y que además quede bonito.

Santa Maria in Aracoeli, lo sé, son muchas escaleras las que hay que subir, además la fachada son simplemente unos ladrillos viejos y feos, pero ten fe, te va a gustar (además, desde el lateral del Vittoriano, pasando la valla que hay justo junto a la entrada de la Iglesia, podrás ver una de las mejores vistas de la ciudad, pero eso ya lo explicaré otro día…). Una vez que has recuperado el aliento después de subir los 124 escalones (al menos así has quemado parte de la pizza y del helado que te has tomado hace un rato), abre la puerta y… el suelo de trozos de mármol, no hay más de 2 columnas iguales, algunas están rehechas como buenamente han podido, pasea un poco por su planta prerrománica, con cuidado de no tropezar con las múltiples tumbas que hay por el suelo, mientras contemplas las paredes y el precioso techo de madera. Quizás no estás del todo convencido, pues admito que la basílica es un poco caótica,  pero piensa que lleva en pie desde el siglo VI, que ha sufrido incendios, guerras, abandonos, remodelaciones, ¡e incluso ha sido utilizada como establo!

Santa Maria sopra Minerva, todo el mundo va al Panteón, obra única en la Historia, pero no por ello debe de ensombrecer la maravilla que se encuentra a escasos pasos, si somos algo observadores quizás nos hayamos parado unos segundos para hacerle una foto a la graciosa estatua del elefante y el obelisco, pero lo más seguro es que se haya pasado de largo… Total, una insípida pared blanca solo puede albergar otra aburrida iglesia, no podemos perder el tiempo en entrar en todas las iglesias de Roma porque estamos para pocos días. ¡No corraís insensatos! Ya he nombrado esta iglesia en alguna entrada anterior y no es por casualidad.
 Una estructura imponente se presenta ante nosotros en cuanto nos habituamos a la luz del interior, un suelo precioso, magníficas columnatas y un techo que imita el cielo nocturno. Es uno de mis lugares favoritos en Roma, quizás porque recuerdo la primera vez que entré, casi a la hora de cerrar, algún día de un oscuro invierno, encontrándome con una atmosfera iluminada únicamente por velas, miré fascinado al techo y por un momento pensé que en realidad la iglesia estaba al descubierto, y las que estrellas brillaban en lo alto eran de verdad. He vuelto a entrar decenas de veces, y es innegable la magia que tiene el interior (ya digo, seguramente por las escasas expectativas con las que entras viendo el soso exterior), pero sólo espero que algún día pueda rememorar aquel primer día que entré y volver a quedarme tan fascinado como entonces.

 Santa Maria degli Angeli e dei Martiri, para hacerlo más difícil todavía, propongo la entrada en esta basílica, cuya fachada parece un edificio derruido que va a caerse de un momento a otro, si me has hecho caso hasta ahora, no me vas ignorar ahora… No te quedes en la puerta, avanza 10 metros más… Si, lo sé, lo he vuelto a hacer, ¡es que me encanta tener razón! No es tan bonita como las otras, pero estoy completamente seguro de que no te esperabas esto. No quiero aburrirte con dimensiones, pero aquí cabe el terreno de juego de cualquier equipo de fútbol o podría disputarse la final de los 100 metros lisos. Y como regalo, puedes encontrar la Línea Meridiana Solar que va indicando el día del año según el calendario Gregoriano basándose en la posición del Sol.



Espero haber convencido a todos, escépticos incluidos, de que hay lugares que demuestran aquello de que LO IMPORTANTE ESTÁ EN EL INTERIOR.

No hay comentarios:

Publicar un comentario